Por todos es sabido que a los entrenadores, a menudo, nos entra algo que, popularmente, se conoce como “ataques de entrenador”, que vienen a ser algo así como manías y decisiones extrañas, contradictorias y/o repetidamente erróneas para la gran mayoría del público general. Unas veces salen bien y otras no tanto, pero suelen dar bastante de qué hablar. Pues bien, los “ataques de entrenador” más comunes suelen ir referidos a cambiar la posición de algunos jugadores, al sistema de juego o al planteamiento táctico.
En este texto, en concreto, vamos a centrarnos en uno que se repite demasiado a menudo: el empeño por la (supuesta) simetría del sistema. En pro de ese tan nombrado “equilibrio” en el juego, gran cantidad de entrenadores se empeñan en que sus dibujos tácticos sean lo más simétricos posibles, es decir, que si trazásemos una línea imaginaria que cortase el campo de la mitad de la anchura de una portería a la otra, la distribución de jugadores que quedase a ambos lados de la misma fuese igual o casi igual.
¿Cómo se traduce esto a la realidad? Por todos es sabido que cada entrenador tiene sus ideales futbolísticos propios. Hay casos muy paradigmáticos, como suelen ser los referidos a los defensas laterales y los extremos. A unos les gusta que sus dos extremos sean regateadores y encaren. Otros, prefieren que sean centradores natos. Algunos los quieren a pierna cambiada. Puede que, incluso, les guste jugar con doble defensa lateral, para protegerse. Y, con los laterales ocurre lo mismo: hay técnicos a los que les gusta que sus laterales no tengan presencia ofensiva y queden cerrando. Otros, los quieren muy ofensivos y que continuamente se desdoblen en funciones ofensivas, etc.
Como podemos observar, son debates que siempre están candentes, porque son pensamientos muy típicos a todos los niveles futbolísticos. Sin embargo, siguiendo los ejemplos de antes, ¿qué ocurre si tengo un extremo centrador y uno regateador? ¿O si en mi equipo hay un lateral muy profundo y ofensivo y otro que no lo es, pero que tiene muy buena salida de balón? ¿Pretendemos obligarlos a jugar de la misma forma solamente porque a nosotros, idealmente, como entrenadores, nos gusta que los extremos o los laterales (en este caso) tengan determinados comportamientos?
Quizás, con trabajo específico, podríamos reconvertir a algún jugador en algo distinto de lo que es. Pero creo que no le estaríamos haciendo ningún favor. Una cosa es potenciar a un futbolista a partir de optimizar lo que hace bien de forma natural, sumándole nuevas aptitudes que le ayuden a crecer y mejorar. Y otra, muy distinta, es intentar que un jugador se convierta en algo que, por condiciones, no puede llegar a ser. Nunca se debe ir en contra de la naturaleza de alguien.
Más allá de la más estricta simetría táctica está la habilidad del entrenador para generar sinergias entre futbolistas complementarios, que se repartan bien las tareas y que ocupen el espacio racionalmente, ocupando las zonas y las funciones en las que más y mejores cosas puedan aportar al conjunto. La simetría de los sistemas podría tener sentido solamente si los futbolistas de los que se dispone la permitiesen.
Da lo mismo sistemas simétricos o asimétricos de partida. El propio juego, a partir de las capacidades de los futbolistas, la estructura organizativa propia y del rival y las necesidades de los distintos momentos, es quien marca el desarrollo y los movimientos de los jugadores en sus distintos puestos. Es por ello que muchos “ataques de entrenador” dejan de tener sentido desde el momento en el que no concuerdan con la realidad del juego y de sus propios jugadores.
Ilustración 1. Posición de partida simétrica en un 1-4-3-3.
Ilustración 2. Posición ofensiva simétrica en un 1-4-3-3.
Ilustración 3. Posición ofensiva asimétrica en un 1-4-3-3.
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